jueves, febrero 16, 2012

Tacos y tarta

Estando en Trenque hice una tarta de manzana. Fue un par de días antes del cumpleaños de mamá, y algo así como una semana después de que a mi abuelo le entraran a robar y terminara con la cabeza como melón de práctica quirúrgica.

Bajé a comentarle al abuelo, y a preguntarle si tenía tiempo para aprender a hacer las tapas de tacos, que hacía rato venía pidiéndome que le enseñara. Cuando le dije de la tarta hubo algo así como comentarios sobre los genes, y dejar un legado. Y me abrazó. Fuerte, fuerte. Por un rato. Y por un momento, pensé que iba a largarme a llorar. Estoy bastante segura de que los dos teníamos los ojos brillosos cuando nos soltamos.

Ese abrazo fue como un estruendo de subtexto. El tema general era la mortalidad, supongo ahora en frío. El tuvo la suya estampada en la frente a golpes. En los matices estaba el alivio de vivir, y detrás la noción esa de que está grande, y que tal vez un día no pueda pelearle a la parca de tozudo y a los tirones. Fue un puñetazo al estómago que se sentía más arriba, en el pecho.

Esa noche cenamos tacos. Y de postre tarta de manzanas.

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