viernes, mayo 04, 2007

Soplo de optimismo.

Anoche por primera vez desde que me vine a estudiar, por primera vez desde que lo decidí, por primera vez, pensé en dejar la carrera. Sentí una angustia enorme cuando escuché ese nivel menos, que no fue el primero, pero que me derrumbó como ningún otro.

Hace 15 días que remo sin descanso, que vivo descompuesta de nervios, que duermo mal por acostarme pensando en lo que tengo que hacer al día siguiente, que no me doy un momento de esparcimiento sin culpa. Y todo para llegar a un nivel menos, a que no alcanza, a que todavía falta.

Y todo se hizo trizas adentro de mi cabeza. Y pensé en qué pasaría si dejara todo, si me pasara, por ejemplo, a medicina, con materias en las sé que sí soy buena. Y con toda mi angustia pesandomé me fui a la parada del colectivo, decidiendo comerme el chocolate que, por una casualidad muy grande había comprado más temprano, durante el viaje de vuelta. Hasta me pintaba sentada contra la ventana, la epítome de la mina deprimida sublimando con comida. Quería meditar ese arranque con azucar como calmante de por medio.

Sentada contra la ventana, comiendo el chocolate y pensando ya en cómo me sentiría si tuviera que decir que en medicina iba dos años atrasada, considerando otras posibles carrera a las que pudiera entrar más rápidamente, rompió el hilo una cara conocida. Entre las últimas personas que se subían apretujadas, la última de todas era Pame. La Pame de la que me estuve acordando toda esta última semana. La Pame que trabaja, y que me contaba que despacito estaba haciendo tres materias más, y que había largado SRG en el verano, y que Dani estaba re vaga, y que se re cansaba, y que sentía culpa cuando se divertía, y que con todo seguía, y que se daba cuenta de que tener a alguien conocido y querido al lado te representa un apoyo enorme.

Y entonces me sentí más tranquila. Por mitad de Aeroparque ya estaba centrada, y todo deseo derrotista se había esfumado como por arte de magia, porque alguien entendía, alguien ponía en palabras todo lo que yo sentía sin amargarse, alguien compartía mis miserias y me mostraba el secreto para no parar.

Pame apareció para ser la persona conocida que necesitaba para apoyarme y para hablar. Algo grande arriba me la mandó. Un pequeño soplo de optimismo en la forma de una amiga.