viernes, noviembre 16, 2007

Una cosa cada día

Hoy aprendí el significado exacto de las palabras misántropo y misógino. No que no las haya escuchado nunca, pero nunca me habían llamado tanto la atención como para buscarlas en un diccionario.

Aguante Dr. House.

lunes, noviembre 12, 2007

La Sombra

Todos tienen un lado privado, un rinconcito del alma que no mostrarían a nadie, y que incluso a los que les gusta escribir les es difícil redactar. Yo tengo un pedazo importante, muy oscuro, enterrado muy profundo en el alma. Cuando se quiere subir y mostrarse lo empujo hacia atrás en mi mente y salgo de trance con una media sonrisa, como si hubiera estado concentrada en alguna cosa cualquiera.
Pero no. Esas cosas que quieren salir a la superficie y respirar, que están como vivas y que tienen voluntad propia, que vagan en mi cabeza y a veces se dejan ver para que sienta un escalofrío, no son algún pensamiento cualquiera. Son recuerdos de eventos, de pensamientos, de maquinaciones, de acciones. Son secretos, tan secretos que la mayoría los sé sólo yo.
Y hay tantos. Bifurcaciones dónde sé que tomé la dirección que no era de forma conciente. Accidentes que no me detuve a arreglar como correspondía. Odios no resueltos. Amores no resueltos. Derrotas que me construí sola y que disfracé de fatalidades. Mentiras que nunca vieron la verdad. Secretos que por ser secretos se convierten en traiciones o cobardías, y toman la forma de espectros que lanzan risas espeluznantes cuando menos lo espero.
Con ese rincón oscuro, con esa faceta oculta, estoy siempre en guerra. La comprimo para que ocupe en mi alma y mi mente el menor espacio posible. La empujo con optimismo y labor. Y, cada tanto, mato alguno de sus habitantes exponiéndolos a la luz que más les duela.
Pero siempre está ahí, y siempre va a estar. Y lo sé porque no me atrevo siquiera a relevar su censo, a develar sus nombres. Convivo con ellos y me desentiendo, como el virus que se eliminó mal de una compu pero que no le impide funcionar. Tal vez porque no me impiden funcionar.

jueves, noviembre 01, 2007

Outcasts

Hablábamos con mi vieja. Fran, Lucas y yo. La flaca estaba pero no aportaba mucho. Habíamos establecidos que todos nosotros habíamos sido los imbéciles que todos usaban de punching bag en lo años de colegio, y creo que eso hizo el truco.

Después de contar alguna que otra anécdota frustrante, empezamos con las de revancha, y por ahí Lucas acotó: "Al final, a nosotros siempre nos va mejor que al resto después". Mi vieja le contestó que no siempre, y yo le creí: ella ha tenido más tiempo para comprobarlo. "Bueeeno... pero casi...", retrucó Lucas. "Depende de si logran hacer amigos y quien los rodée", intenté yo. Mi vieja dio la cosa como zanjada con su filosofía de que todos tenemos por lo menos una pequeña parte que es intrínseca y que no tiene que ver con nuestro entorno. Mi respuesta se disolvió en mi boca cuando mi hermano se puso a contar alguna travesura. Todo lo que había pensado era muy largo de explicar y estaba apelmasado y mezclado en mi cabeza, como humo en un remolino.

No es que al final seamos mejores que los niños mimados y populares de nuestra infancia, es que salimos del colegio templados a fuego y hielo. La resistencia que ganamos aguantando los insultos de nuestros "opresores" y las pequeñas traiciones diarias de los que se hacían llamar nuestros amigos, la fuerza que hicimos para seguir adelante e intentar una vez más hacer amigos, cada vez algo mejores, se nos volvió hábito y naturaleza después de tanto años.

Tantas posibilidades de derrota que evadimos, tantos fracasos de los que aprendimos, y heridas de las que sanamos hicieron que saliéramos del pequeño infierno que para nosotros era la secundaria al "gran mundo" con alma guerrera. Aquellos que no lo lograron, que se volvieron amargados y resentidos, simplemente dijeron basta para adentro y nunca para afuera, se dieron por vencidos y fracasaron, no sólo porque la hayan tenido difícil (eso en gran parte), sino porque se quedaron con eso.

Para nosotros que decimos, riéndonos a carcajadas pero con las cicatrices escociendo, que fuimos los oprimidos pero que lo decimos en tiempo pasado, "creo que he visto una luz al otro lado del río" es más que una letra de canción. Y no es que las cosas se nos hyan vuelto más fáciles (digamos que más grande el tanque, más grande el depredador), pero pasamos de conformar compañeros que no queríamos y aprobar materias que no nos interesaban, a encontrar gente con nuestros mismos gustos y a perseguir metas autoimpuestas. A la fuerza y resistencia sumamos pasión y ganas. No triunfar es propia responsabilidad.