Me dormí armando en nítido detalle una historia horriblemente trágica.
Me levanté re-contra tarde.
Me comí dos sánguches de salame y queso con sendas tazas de chocolatada de almuerzo tardío y detrás, medio pan dulce, una barra de chocolate y medio paquete de maní salado.
Con sueño 5 horas después de levantarme, y algo descompuesta por la “comida”, me entro a bañar para ver si me despejo. En vez de relajarme, puteo la cortina del baño porque se vuela hacia adentro de la ducha con el vapor.
Hago cuentas mentales.
Todo joya con el poder de la mujer, pero el desorden alimenticio es frustrante, y el mal humor hormonalmente inducido no solo más que irritante, es auto generante: me enojo porque todo me molesta. Si hoy hubiese sido jueves, y hubiese tenido que esperar el 160 todo ese rato, habría sido la idiota que se sienta en el cordón a llorar.
30 horas de changüí antes de la clase del lunes... Mañana salgo a correr.