martes, agosto 14, 2007

Grrrrrrr

¡¡Odio cuando Don blogger hace esto!!
Quiero ver mi blog actualizado ¡Pero YA!

La mochila

Cuando tenía unos 10, tal vez ya 11 años, e iba a cuarto grado, era terriblemente olvidadiza. Eso, sumado al terror que inspiraba la déspota de mi maestra, hacían que hubiese concebido la idea más simple, práctica, y, a mi entonces parecer, brillante: tener en la mochila las cosas de todas las materias, el valor en libros y útiles de una semana, y así no tener que revisar todos los días lo que había adentro, no correr el riesgo de que algo me faltara.

El resultado de ésto, más allá de que funcionase o no, fue que mi mochila se convirtiera en una carga terriblemente pesada, casi imposible, para una niña que tenía que caminar cada día al colegio ida y vuelta. Ese año pagué con mi destino de hormiguita viajera mi descuido, y también en parte mi pereza, al momento de armar la mochila.

Recordé ésto viendo hoy las noticias. Un nene de 11 y otro de 12 asaltaron un negocio con un arma, y en el rally le dispararon al tipo que atendía en la cabeza. No podía dejar de pensar que el cuerpo de un hombre de 50 era una mochila demasiado pesada para un chico de 11, y que él y su compañero acababan de cargársela a los hombros.

Tal y como yo en mi cuarto grado, ellos serán los primeros culpables, de llanar la mochila, de cargar la bala. Aunque yo llevé la mía durante un año por tozudes y ellos lo harán toda la vida por culpa. Porque como a mí me asustaba mi maestra, a ellos tal vez les asustaba el hambre, y tal y cómo mi madre no notaba lo que hacía, tal vez sus padres jamás los notaron por nada.

El tipo está en terapia intensiva, los chicos son ininmputables. Tal vez, como yo aprendí que era mejor esforzarme un poco más antes de salir para el colegio que quebrame la espalda, tal vez ellos también tengan la oportunidad todavía de no tener que cargarse un muerto. Aunque los hombros nunca dejen de sufrir.

lunes, agosto 13, 2007

La que no entendía a las que lloraban en el cine

Ayer me terminé el último libro de Harry Potter.
No paso ningun dato, pero llegado a un punto, y aprovechando que no había nadie en casa, se me dio por llorar (ultimamente lloro por cualquier pabada, bahh). Lo grave es que si alguien hubiese entrado en ese momento, habría pensado que se me había muerto un pariente. Patético.

domingo, agosto 12, 2007

Disparador

Mirando la música que bajé, organizándola antes de pasar los archivos del incoming a sus carpetas correspondientes, escuchando cada versión y viendo cuál es la que más me gusta, encontré al fin esa canción.

Me sonreía con nostalgia mientras le ponía las voces de mi tío o mi vieja alternativamente, y me pintaba en mi realidad de tres años. A veces me sorprendo de las cosas que me acuerdo, y más todavía de las que creía olvidadas y por ahí me las encuentro, en el rocodo de una cación de la que sé la letra y no sé por qué.

Creo que pocas cosas hay que sean más gratificantes que una dulce memoria de la que se encontró el disparador. Y pocas cosas más enlazadas a mi memoria que esas viejas canciones, con voz de mi familia y banda sonora de cuerdas de guitarra.

Recordar porque sí, sin poner esfuerzo o querer, es un sentimiento cálido y extraño, como deslizarse por un tubo de forma suave y balancéandose.

sábado, agosto 11, 2007

Diplomacia

Soy terriblemente diplomática.

Cuando digo algo que sé que es importante o que puede llegar a producir una reacción, me detengo un segundo y pienso. Si estoy tratando de obtener un resultado determinado, lo pienso el doble.
Redacto en mi cabeza palabra por palabra, sopeso los matices de cada posible sinónimo, me pongo un segundo en el lugar del otro y me imagino escuchando eso que voy a decir. Y cuando me gustó más o menos como quedó, o ya el tiempo no da para más, lo tiro.
Y en este proceso el msn es mi mejor amigo.

Porque cara a cara es más difícil. Entonces tengo que calcular también la expresión y el tono de voz.

miércoles, agosto 01, 2007

Una menos, una más.

Los últimos 3 días fueron un rally de estudio casi desesperado.

Me levanté hoy a las 5 dispuesta a leer las 60 páginas sobre uso racional de la energía que me habían quedado pendientes, mientras me preguntaba si era cuerda la idea de presentarme. Pensaba que si un profesor se enterase que había estudiado durante dos días para un final, me desaprobaría sin darme chances, así que me consolaba con la idea de que los dos días me habían rendido por 30 horas de estudio netas.

Ya jugada, me senté tipo 7 en la compu para buscar en la net algún modelo de final. Casi me agarra un ataque de pánico, porque en 5 preguntas te paseaban por todo el programa, y con alguna te hacían siempre un chiste de mal gusto onda "Despejar la fórmula de Torricelli a partir del principio de Bernoulli" o "Graficar la curva de aislación" (que se ve como una recta).

Y en eso estaba cuando se me ocurre chequear de nuevo la hora del parcial. Yo venía convencida de que era a las 9:30. Pero convencida mal. Tanto que razonaba que era normal, porque la cursada empezaba a las 9 y la media hora era un changüí usual en los parciales. Pero no, no, no y no. La hora, ahí puestita en la página de UBA, decía que no, que a las 9:30 no era el final, que era a las 8:30. Y yo que miro el reloj de la compu y veo 7:30.

NOOOOOOOOOooooooo!!!

La "o" me seguía por donde corría, mientras cazaba la mochila y entraba a meter libro, apuntes, cartuchera, celular, fibras, regla, calculadora y la libreta... ¡¿DONDE ESTÁ LA LIBRETA?!. Salto, revuelvo. ¿Donde?. Reviso una pila de hojas. ¿Donde?. Miro el ropero, me fijo entre la ropa, abro los cajones. ¡Donde carajo esta la puta libreeetaaaaa!... ¡Ah! ¡Sí! ¡La puse arriba de la heladera para que esté a mano! (...).

Salgo rajando después de vestirme, lavarme los dientes y atarme el pelo. En la estación del subte a las 7:55 y milagrosamente a las 8:03 ya en Plaza Italia, rezaba porque el 37 no remoloneara y apareciera en menos de 5 minutos o estaba en el horno. Y mientras seguía leyendo parada, y con una fibrita rosa en la mano iba marcando lo importante. La imagen del estudiante jugado.

El 37 vino, y hasta bastante vacío. Eso es lo único bueno de tener que ir a ciudad durante las vacaciones de invierno. Y a las 8:21 estaba parando en el tercer pabellón. A velocidad supersónica recorrí la entrada y subí los 6 tramos de escalera, y a las 8:23 estaba en la puerta del aula (Safe!!).

Miro alrededor, y el piso estaba minado de gente tirada leyendo apuntes con caras que iban de la concentración a la descompostura. Me siento yo también, bien cerquita a la puerta, y saco mis resúmenes para hacer un último repaso, mientras pienso que como somos muchos, de desaprobar vamos a ser unos cuantos. El consuelo tonto de sentirse acompañado en la desgracia, viste.

Aparece un grupo de profesores y uno grita "Los que viene a rendir Textil I, síganme al aula" (síganme los buenos). Y ahí van y se levantan todos, che. Una soledad en el pasillo...ni uno queda. O sí, queda una chica, sentada del otro lado de la puerta, que mira, con la misma angustia que creo que debo mostrar yo en mi cara, como desaparece la masa de examinados. "¿Rendís Física?" "Sí (frenética) ¿Somos dos nomás? No puede ser que seamos dos nada más ¿Y si los tipos quieren ahorrar tiempo y nos toman oral? (verde)" NO ME DIGAS EEESOOOO (hasta yo me contagiaba del color).

Aparece un flaco "¿Rinden Física?" "¡Vamos que somos tres!" "Igual somos pocos ¿Y si toman oral?" "Nahhh, no toman oral. Espero aprobar. Ya cursé Instalaciones I y II, si desapruebo le digo al tipo ese que él está muy equivocado. Ya es la tercera vez que voy a rendir este final"
NO ME DIGAS EEESOOOO. La otra flaca, violeta estaba ya para estas alturas.

Llegan los profesores, entramos al aula por la puerta del oootro lado, y con nosotros entran dos, no, tres flacos más. Seis boludos rindiendo el final en un taller que normalmente alberga a 200 estudiantes durante la cursada. Los profesores se instalan en una mesa, y como una especie de efecto repelente por pánico, todos seguimos caminando más y más lejos de donde los tipos dejaron sus cosas. En un momento largué la carcajada y, diciéndole a la flaca que esto ya era ridículo, me planté en una mesa a medio camino.

Entro a sacar las cosas, y me doy cuenta que en alpuro me olvidé las hojas sobre la mesa. Le pido unas a la flaca de antes y empezamos. Para esto eran como las 9. Hasta las 11 teníamos tiempo.

A mitad del final resuelto, le pregunto la hora a un profesor. Las 10 y yo me re meaba. Porque en el rally de salir de casa no fui al baño. Terminé ese final desesperada, pero hice control mental y me tomé el tiempo para completar un detalle por acá y por allá en unas respuestas y revisar todo.

Entrego, y los tipo me dicen que me quede cerca del aula que ya corrigen y dan la nota. Yo salgo disparada. Qué cerca ni qué nada. Para cuando vuelvo, más aliviada y con un café en la mano, veo que ya no hay nadie rindiendo. Al ratito aparece el catedrático por un pasillo, y antes de entrar al salón se me planta adelante y me pregunta quién soy. Le digo. "Ah, si... excelente, la verdad. Ex-ce-lente"

Waaaaaa un nueeeveeeeee. Si me ponías música, te bailaba la conga.