martes, febrero 28, 2012

Cocina

La cocina es el alma de una casa.

En el momento en que entraste a la cocina de alguien sin pedir permiso, y usaste algo sin que te lo dieran, acabás de formar parte de la vida de esa persona. Y esto es porque la cocina es el templo de toda una ceremonia: el ritual de alimentar.

Salvo tal vez la cultura yanqui y la de las "familias-video-match", en el resto se da que una simple comida implica mucho más que eso. Comer no es lo mismo que alimentarse, y normalmente, durante las comidas, hacemos más que comer. Unos cocinan con amor y hacen un servicio, otros ponen la mesa y colaboran, todos comen y disfrutan, y charlan, algunos juntan las cosas y ordenan, otro lava, otro seca, y toda una cooperativa orquestada en un placer se forma de la nada y en concierto tácito. El café y la sobremesa es el punto cúlmine. Dime cuánto dura la sobremesa, y te diré que tanto se quieren sus integrantes.

Entrar a la cocina de otra persona es como ver a una madre amamantando; es como leer por sobre el hombro del autor el borrador de un libro. Es desnudar la cotidianeidad.

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